sábado, 22 de mayo de 2010

UN DÍA EN LA VIDA DE UNA MADRE

         No hace mucho leí uno de vuestros comentarios, creo recordar que de Jesús, en el que se me pedía que publicase algo escrito por mi. He sacado del rincón de los recuerdos este pequeño relato que escribí hace tres años y en el que pretendía rendir un pequeño homenaje a todas las madres. Espero que os guste y que sepáis respetar a vuestras respectivas mamás.



"UN DÍA EN LA VIDA DE UNA MADRE."

Érase una vez una mujer llamada Luisa. Se trataba de una persona muy buena y trabajadora. Tenía unos 45 años. Se había casado con un hombre llamado Rubén. Vivían en un pequeño pueblo del sur de España. Tenían 5 hijos (dos niñas y tres niños). La mayor, Elisa, tenía 9 años y el más pequeño, David, apenas tenía dos años. Un día, Rubén tuvo un accidente cuando recogía aceitunas y perdió un brazo. Ni que decir tiene, que también perdió el trabajo. Desde aquel momento Luisa se convirtió en madre multiusos o madre multiservicios. A lo largo de la jornada hacía de todo. Para comprobarlo voy a contaros como era un día cualquiera en su vida.

Todo comienza a las 6:30 de la mañana cuando se oye un estruendoso grito: ¡Mamiiiiiii!. ¿Podéis imaginar quién es? Pues claro, David, el pequeño, que todas las mañanas a esa hora llama a su mamá para que le dé el “bibi”. Mamá se levanta y le prepara su biberón. Luego, cuando ella puede seguir durmiendo o soñando, la cosa se complica: los ronquidos de su marido no la dejan conciliar de nuevo el sueño. A pesar de todo, ella trata de taparse con la almohada y dormir un poco ya que está muy cansada; pero nada, no hay manera. Así que vueltas y más vueltas en la cama

Sobre las 7: 30 suena el despertador. Luisa se levanta y comienza a llamar a Elisa. Elisa tiene un sueño profundo y hay que zarandearla varias veces para que se despierte. Por fin. se levanta y, mientras se lava la cara, su madre comienza a preparar los desayunos. Su marido también se levanta y trata de ayudar, pero su ayuda es escasa debido a su impedimento físico. Ahora, hay que levantar a Alejandra, y a Daniel, y a Rubencito. Además hay que vestirlos y hacer las camas, y lavarlos, y peinarlos, y prepararles las cosas del Cole

A las 8:30 hay que darse prisa para llevar a los niños al Colegio. Después, y sin solución de continuidad, hay que desplazarse hasta el trabajo. Luisa trabaja en una empresa de paquetería y mensajería. Allí el trabajo es intenso. Ella se encarga de distribuir en unos casilleros miles y miles de cartas. La distribución se hace según a qué calle y a qué distrito postal van dirigidas las cartas. A las once hay una pequeña pausa de 15 minutos para desayunar. Luisa aprovecha esta pausa para encargar la compra de la casa en un supermercado, compra que recogerá a las 14:30 cuando finalice la jornada matutina.
Rubén, además de cuidar toda la mañana de David, barre la casa (con una sola mano), compra el pan, recoge a los niños en el colegio, prepara la comida, medio pone la mesa con Elisa y calienta el “potito” de Daniel, “potito” que Elisa tratará de “suministrar” a su hermanito pequeño.

A las tres menos diez, más o menos, Luisa llega a casa. El pequeño está terminando de comer. Los demás están sentados a la mesa. Una vez que han terminado el almuerzo, Luisa cambia a David y lo acuesta. Los demás ayudan a recoger la mesa. Después hay que fregar y “descansar” unos quince minutos. El descanso consiste en orientar las tareas de Alejandra, mientras que su marido ayuda a Daniel a realizar las suyas.

A las cuatro y cuarto hay que salir “pitando”. Empieza la jornada de tarde. De nuevo vuelta a la faena. Es la rutina de cada día. Cartas y más cartas cuyos sobres son leídos, clasificados y dispuestos para su reparto.

A las siete de la tarde acaba el trabajo y Luisa marcha de nuevo a casa. Ahora hay que coser, planchar, preparar la cena y algo de la comida de mañana... Luego viene la hora de bañar a los pequeños/as, de acostarlos, de darles los últimos consejos del día y de “poner una lavadora” Así llegamos a la nueve y media de la noche. Ya queda menos: un rato de charla con Rubén para comentar las incidencias de la jornada, un ratito para el aseo personal, unos minutos de “tele”, luego, a tender la ropa y ... ¡Qué sueño!... A la cama y mañana será otro día. Son más de las once de la noche.

Como habréis podido comprobar, esta madre es una madre multiservicios o una madre todoterreno. Hace de todo: Busca tiempo donde no lo hay. Trata de atender a todos. Cumple su papel de madre y de esposa. Realiza su trabajo con eficacia. No para en todo el día... pero a pesar de todo, ella está contenta de tener una familia y de poder atenderla de la mejor manera posible.

Tanto esfuerzo y tanto cariño puede que tenga su recompensa algún día. Por ahora, ella se da por satisfecha al ver crecer a sus cinco hijos/as y al notar el profundo amor que le tiene su esposo.

Y colorín, colorado... espero que os haya gustado.

Ah, antes de terminar, me gustaría deciros que este cuento tiene poco de cuento y mucho de realidad. Este cuento tiene sus personajes reales, unos personajes de carne y hueso a los que yo, de manera intencionada, les he cambiado nombres y edades.

Sirva como homenaje a toda mujer, sin especificar lo de trabajadora, puesto que todas lo son

Carlos de la Haza Pineda de las Infantas

domingo, 9 de mayo de 2010

UNA DE CHISTES

        También los chistes forman parte del Lenguaje. A veces, en las bibliotecas, podemos encontrar libros de chistes. Aquí os dejo una muestra con estos tres del tema "locos"

. Está un loco escribiendo una carta, entonces llega un guardia y le dice:
- ¿Qué haces?

El loco le contesta:
- Escribo una carta.
- ¿Para quién?
- Para mí.
- ¿Y qué dice?
- No lo sé, todavía no la he recibido



        Dos locos se encuentran en el patio de un manicomio; uno de ellos le enseña el puño cerrado al otro y le dice:

- Oye, ¿a que no adivinas qué es lo que tengo en la mano?.
- Hmmm... ¿Un elefante?.
El del puño cerrado pone cara de fastidio y replica:
- Si, bueno, ¿pero de qué color?




            Un estudiante de psiquiatría visita un manicomio con el fin de realizar algunas prácticas. Antes de entrar, los enfermeros (loqueros) le advierten que, en ocasiones, los enfermos se comportan de manera violenta, pero el estudiante les dice que no se preocupen, que si se presenta algún problema él se los haría saber. Ya dentro, el estudiante va tomando notas acerca de lo que observa. De repente, se acerca por sorpresa uno de los locos y cogiéndolo por el cuello le grita que lo va a golpear. El estudiante, asustado, comienza a gritar:
- ¡Loquero, Loquero!
A lo que el enfermo contesta:
- Pues, aunque me “queras” te voy a pegar.